….Hay batallas que nunca se ganarán peleando…
Me miraba angustiado y me preguntaba:
— ¿Por qué tengo que pelear con todo el mundo? ¿Por qué no puedo dejar de pelearme con la gente?
— “El pez está en el agua y el agua está en el pez” —le respondí y se me quedó mirando perplejo.
— No entiendo. —Dijo ahora ofuscado.
— El pez no conoce otra cosa que el agua… la agresión es el agua donde te desarrollaste. En otras palabras: «el ambiente en que crecimos crece en nosotros». Esto no es malo ni bueno, per sé, todo depende de qué uso demos a todo eso.
Continué:—Hay gente que aprendió a comunicarse en un ambiente agresivo, y quie aprendió a comunicarse de esa forma sin duda ha de repetirlo.
— “El pez está en el agua y el agua está en el pez” —le respondí y se me quedó mirando perplejo.
— No entiendo. —Dijo ahora ofuscado.
— El pez no conoce otra cosa que el agua… la agresión es el agua donde te desarrollaste. En otras palabras: «el ambiente en que crecimos crece en nosotros». Esto no es malo ni bueno, per sé, todo depende de qué uso demos a todo eso.
Continué:—Hay gente que aprendió a comunicarse en un ambiente agresivo, y quie aprendió a comunicarse de esa forma sin duda ha de repetirlo.
Le dije: —Ponete de pie y hacé la palomita con ojos cerrados (pararse en un pie y sostener el equilibrio extendiendo la otra pierna hacia atrás y los brazos a los costados, como si volara).
Entusiasmado por el desafío, lo hizo. ¡Su equilibrio era impecable! Ahí estaba. Quieto como una estatua. Sin referentes externos; sin soportes ambientales, se mantenía en equilibrio… pasaba el tiempo y ¡seguía firme!
Abrí los ojos, —le dije—. Y mientras me observaba empujé suavemente uno de sus brazos. En lugar de dejar el brazo rígido, se dejó empujar y no perdió el equilibrio. (¡absorbía el impacto del ambiente!)
Lo hice nuevamente pero más rápido. Inmediatamente movió el brazo en la dirección que lo empujaba y balanceó el cuerpo un poco, flexionando a su vez la rodilla que lo sostenía. Absorbió toda la energía de mi empujón y sin perder el equilibrio…
Empujé en diferentes direcciones. No logré desequilibrarlo. Increíble: estaba frente a un sobreviviente.
Le dije que ya estaba bien, pero seguía mostrándome como “podía” quedarse en un solo pié el día entero si quisiera. Para él era importante que yo viera que él podía. Salió triunfal del ejercicio, entusiasmado como si hubiera ganado una medalla de oro en los juegos olímpicos.
Cualquier persona no entrenada para ello, con los ojos cerrados y sobre un pié, perdería el equilibrio. Lo usual es que necesitemos mirar a otra persona a los ojos (soporte relacional ) para mejorar el equilibrio, o a un punto fijo (soporte ambiental) pero él no sólo se sostenía sin ayuda sino que era capaz de absorber los “impactos” del entorno.
La Gestalt me enseñó que existe isomorfismo entre la corporalidad y la psique. Traducido es: que así como se comporta mi cuerpo también lo hace mi mente, de manera “iso mórfica” (igual forma). La configuración físico-emocional del muchachito mostró que él está en condiciones de absorber los impactos o ataques externos orientados a desequilibrarlo, que puede absorber esa energía desequilibrante y redireccionarla. También quedó en evidencia que todo esto lo estimula notablemente.
Lo más interesante es que antes del ejercicio se lo veía agobiado, abatido, y luego de éste estaba exultante, radiante de energía.
Tenía ahora varias informaciones:
1) Está habituado a sostenerse sin apoyo del afuera
2) Está habituado a lidiar con ataques, pues ese es su escenario conocido
3) Los ataques, cuando no consiguen vencerlo, lo fortalecen y lo confirman… (puede que busque confirmación al buscar ataques)
4) El desafío lo activa, lo estimula.
Ahora tenía que ver si atacaba sólo para recrear su ambiente infantil; esto es, si cuando no es atacado entonces intentará crear esta situación, ser atacado, para probar que él “puede resistir” y además porque es la arena que el conoce y domina.
Esta hipótesis respondería su pregunta del inicio, ¿por qué no puedo estar sin pelear? Puede que busque confirmación de su poder al buscar ataques. Problema: si no tiene “enemigos dignos” no se siente poderoso. Dicho de otro modo: sólo puede sentir su propio poder a través de la lucha y del enfrentamiento.
Quien ha vivido la vida entera en la oscuridad desarrolla un tipo de visión adecuada a ese medio; saldrá sólo de noche, e irá rompiendo bombillas a su paso…
El recibir un estímulo durante un tiempo prolongado hace que el ser humano se “adapte” a ese estímulo. La adaptación es patrimonio de la evolución, y tiene el objeto de, en un primer momento, tolerar las condiciones del ambiente en el que existimos, y seguidamente, de aprovechar al máximo las condiciones dadas. Por ejemplo los fármacos son estímulos químicos; la morfina tiene efecto sobre los receptores del dolor haciendo que dejemos de sentir dolor. Si proporcionamos a una persona, regularmente, una dosis de morfina, su cuerpo detectará que “algo anda mal” con los receptores del dolor y de inmediato intentará corregir el problema. Comenzará a aumentar la sensibilidad de los receptores para que, aún con la morfina, éstos puedan percibir el dolor. Esto se denomina “tolerancia”. Si suspendiéramos la morfina, los receptores acusarían dolores muy intensos, aun sin daño en los tejidos por estar ahora adaptados a la presencia de Morfina.
Este muchacho ha crecido en un ambiente en el que sus hermanos (todos mayores) lo atacaban constantemente. Se adaptó a ese ambiente aprendiendo a defenderse. La adaptación provoca cambios estructurales, aprendió a funcionar en ese régimen, (que pasa a ser lo conocido, lo normal). Cuando aprendemos a funcionar de una forma determinada, aunque las condiciones cambien, tendemos a seguir funcionando de la misma forma. Este muchacho tratará de recrear esas condiciones conocidas en los nuevos ambientes.
En este caso él había desarrollado tolerancia al maltrato (adaptación al ambiente) y por ello maltrataba como conducta habitual. Ese era el código de comunicación y nada en su sistema acusaba anomalías al tener relaciones de maltrato. Era el intercambio usual con su medio.
Su forma de transformar un ambiente no hostil (extraño para él) en un ambiente familiar (o sea hostil) era la provocación. Él provocaba para ser atacado y luego se defendía con un buen ataque y así sentía en su medio, y sentía que vencía a sus hermanos mayores, a quienes aún seguía intentando derrotar…
Es curioso como funciona el contacto. Si no hay contacto no hay sensación alguna. Al tocar, mi mano toca un objeto y “es tocada” por el objeto al mismo tiempo. Siento mi mano sólo “en el contacto” y no la siento si no estoy “tocando algo”
Este muchacho sólo siente que existe en la pelea, y cuando no hay lucha en la que pueda demostrar su poder, se siente pequeño, ignorado, inexistente.
Esto le trae dificultades en sus relaciones, sin embargo, es también una ventaja, en un mundo agresivo y competitivo como el nuestro. Como suele ocurrir: su “debilidad” esconde una “fortaleza”. Él es capaz de absorber golpes y mantener su propio sistema en equilibrio, puede asimilar la energía de la agresión y re direccionarla, transformarla. Algunos terapeutas apuntarían a calmarlo, a sedarlo, a reducir su grado de respuesta, quizás lo encontrarían inquieto, tenso o agresivo. Si su sistema está tenso, si se encuentra aburrido, o desconectado es porque no está en un lugar donde tenga un desafío lo suficientemente interesante como para desplegar toda su fuerza combativa. El combate lo activa, sin embargo pelearse con alguien no es la unica forma, puede proponerse desafíos que lo exijan, obstáculos que superar.
Su naturaleza es la de guerrero, y deberá buscar un ambiente donde encuentre un campo propicio para aprovechar su potencial. La descarga física es un un recurso que lo ayudará. Si es consciente de su propia fuerza y la aplica a su quehacer cotidiano no necesitará de la pelea para confirmarse.
Fuente: gestalt-blog