Estoy sentado en una de las sillas de la cocina. Los codos apoyados en la mesa. Escucho el murmullo perturbador de la nevera. Veo la licuadora blanca, plástica, vacía. Mi taza negra en una esquina del lavaplato. Me levanto y guardo unos platos en el estante y el eco de la losa cuando los dejó en reposo se vuelve expansivo, lacerante. Como esos ruidos que de repente encuentras violentos, tanto que pueden desquiciarte. Vuelvo a la mesa y con un codo como soporte me sujeto el mentón. Y entonces cierro los ojos. Y en la oscuridad la luz amarilla y fastidiosa del bombillo de la lámpara de techo sólo la siento en mi piel.
José Roberto Coppola
Fuente: Terapia de piso