– ¿Qué puedo hacer apreciado maestro para amar a mi prójimo? le preguntó el discípulo.
– Deja de odiarte a ti mismo, respondió el maestro.
El discípulo meditó en soledad seriamente esas palabras durante muchos meses y regresó de nuevo:
– Es que si yo me amo demasiado a mí mismo, entonces soy un egoísta y un egocéntrico maestro… ¿Cómo puedo librarme de ello?
– Sé amigo de ti mismo primeramente y tu yo quedará satisfecho, y una vez hecho, te dejará en libertad para amar a tu prójimo.
Quizá en los tiempos que corren solemos escuchar que está de moda ser empático que en mi opinión, es amar a los demás como nos gustaría que nos amasen u obrasen con nosotros, y si ciertamente parece a simple vista sencillo si no fuera porque es fácil cuando ello conlleva poco esfuerzo por nuestra parte.
En cambio es harto dificil cuando se trata de poner mucho más de nuestra parte.
Ese valor añadido cobra importancia cuando no sólo hemos de tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros, sino cuando los tratamos cómo a ellos les gustaría ser tratados, ese pequeño matiz es el que obra la gran diferencia en nuestras relaciones con los demás.
El no sólo ver las relaciones desde nuestro prisma o punto de vista, sino desde sus ojos. Pasar a comunicarnos desde nuestro yo, a comunicarnos desde otra perspectiva, la de los otros.
Por lo tanto disculpadme ya que no es mi intención ofender sensibilidades, quizá es momento de comenzar no sólo a «Amar al prójimo como a tí mismo» sino que ya es momento de comenzar a «Amar a los demás cómo les gustaría que les amasen».
Y para terminar un sencillo proverbio o frase atribuída a la madre Teresa «Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito».
Un abrazo. Mari Cruz
Fuente: Cruz Coaching