Os dejo a continuación con un artículo de opinión que nos envía un asiduo lector de nuestra página TERAPIA Y FAMILIA, nuestro amigo RUBEN GONZÁLEZ, que desea compartir con todos unas reflexiones sobre una temática que suele reflejarse en nuestro blog. A ver qué os parece.
¿Realmente existe el paralelismo exacto entre el problema externo y la idea que formamos en nuestro interior y que nos hace sentir bien? ¿Hasta qué punto el “sentirse bien” es consecuencia directa de nuestra facilidad para clasificar y ordenar las impresiones y experiencias que nos llegan del exterior? Nuestra mente actúa de armario con innumerables compartimentos que nosotros mismos fabricamos. Una mente adaptable y moldeable será menos problemática en potencia que otra más sólida o cuadriculada, ya que se adaptará mejor a futuros contenidos inesperados.
Una misma situación creará reacciones (problemáticas o no) en diferentes personas, todo dependerá de la capacidad de encaje que tengamos, de la mente más o menos abierta o siguiendo con el ejemplo anterior, de dónde hayamos comprado el armario contenedor o en quien nos hayamos fijado para construirlo.
Por lo tanto ¿Se podría dar la situación de que aquél al que consideramos más feliz que nosotros porque a priori tiene menos problemas, en realidad tenga mayor capacidad de encaje de los mismos? Es posible que todo gire en torno a esta capacidad, y para ampliar esta capacidad ayuda, y mucho, la conceptualización de lo externo (e incluso de lo interno).
En esta vida todo es más relativo que absoluto, todo está en continuo movimiento y ésta es la única constante, por lo tanto no es recomendable tener filtros y moldes demasiado estáticos y rígidos que generen rozamiento con lo externo y que a fin de cuentas nos generen malestar y problemas. El problema se genera dentro de cada uno de nosotros, fuera no existe como tal, fuera no existe.
El hecho de no sentirse feliz en muchos casos es debido a nuestra incapacidad de adaptación a lo externo. Si tenemos prejuicios demasiado sólidos,tenemos “papeletas” para generar problemas, ya que los tamaños y variedad de los “compartimentos” los restringimos nosotros mismos y ofrecen menos capacidad de adaptación.
Si basamos nuestra relación con lo exterior en nuestros prejuicios, nos encontraremos en un estado de continua tensión interior fundamentada en la inseguridad y, por qué no decirlo, posiblemente en el mismo miedo. No se pueden tener todas las respuestas preestablecidas para “un todo cambiante”. Solamente un ingenuo egocéntrico podría pensar que lo sabe todo y de esta forma no generaría tensión, pero esta “seguridad” se cimentaría en dos mentiras montadas una encima de la otra, lo que originaria en caso de conflicto la aparición del orgullo, desprecio o cualquier sentimiento de rechazo basado en la creencia de su propia falacia.
Los patrones de comportamiento ante situaciones externas son muy cómodos en este tipo de vida en la que nadie tiene tiempo para detenerse a reflexionar. Adquirimos patrones por comodidad, intentando crear un comportamiento automático ante cualquier situación, esto nos da sensación de control (sólo sensación). El problema es que el mundo se mueve y cambia constantemente y esos patrones deben ser renovados a la vez, si no lo hacemos corremos el riesgo de no ser humildes y querer forzar que todo gire alrededor de nuestro patrón estático, esto genera continua fricción y malestar. Es completamene manifiesto, entonces, aquella frase que dice que no puede entrar en razón quien piensa de forma automática. ¿Qué pensáis de todo esto?
Rubén González
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA