Susana regresó a casa después de una semana y nada más recibirla en el aeropuerto, su pareja le dijo que no quería continuar después de cinco años de relación. No esperó a la tranquilidad del hogar. Ahí mismo, con las maletas en la mano, le comunicó que todo se había acabado.
Han pasado varios años y no consigue recuperarse del impacto que le produjo la noticia. Tiene más de 60 años y el escepticismo anida en su corazón. Distrae la sensación de abandono repasando los aspectos negativos de su antigua pareja. Un pobre consuelo.
A Encarna le pasó algo parecido. Durante once años vivió una relación apacible, sin sobresaltos, hasta que surgió el deseo de ser madre. Durante unos meses fue un propósito compartido por ambos. Sin embargo, las dificultades que surgieron les llevaron a recorrer un camino sin brújula. Perdieron el sentido de la relación sin que ella pudiera detectar los síntomas del desencanto.
América acaba de separarse. Ha tenido una relación de más de nueve años, sin intimidad sexual, compartiendo una convivencia que la confrontaba constantemente con la desilusión. Ambos comparten el deseo de formar una familia, y estando separados todavía se reconocen con amor, sin embargo, materializar los sueños que comparten tiene el virus del desencuentro.
Patricia y Carlos tenían la intención de envejecer juntos. Todavía eran unos adolescentes cuando se casaron. Esa posibilidad se esfumó el día que ella descubrió la presencia de una tercera persona. Ambos asumieron que vivían desde hacía mucho tiempo una relación cómoda, nada estimulante para ambos.
Teresa está embarcada en una pugna judicial por conseguir que un juez reconozca sus derechos sobre la casa que compartió durante más de quince años con Guillermo. El proceso de divorcio ha estado precedido de discusiones, obstinación y odio. Ella no le perdona el haberla dejado después de haberle entregado todo. La decisión de una ruptura la tomó él abruptamente. En ningún momento ella intuyó que algo así pudiera ocurrir.
Las situaciones descritas resumen un sentimiento de desencanto que se apodera de la relación y que alguno de los dos, o ambos materializan.
¿Qué hay en común en estas situaciones?…
Yo me quedaría con la pérdida de sentido de la relación. Algo que se evidencia con los siguientes síntomas:
• Hay un malestar emocional que no se reconoce abiertamente.
• Ambos o uno de los dos llega a la conclusión de que no se consigue vivir lo que se quiere.
• La relación se agota o se produce un desgaste lento que sólo se asume cuando se hace crítico.
• Al estallar la crisis el escepticismo y el pesimismo justifican decisiones unilaterales.
• Predomina una valoración negativa del compañero, y el sentimiento de que es el otro quien nos impide ser o vivir conforme a nuestros propios deseos, o naturaleza.
• Los sentimientos de abandono y desencanto impiden hacer una revisión de la responsabilidad compartida.
• Las conclusiones sobre la experiencia se centran en el dolor, en nuestras expectativas o en los defectos del otro.
La ruptura es el resultado de la intolerancia en una relación de pareja. Es la evidencia de que he ignorado todas las señales que pedían aclararme primero personalmente, para luego encontrar el sentido de esa experiencia:
• ¿Qué es lo que me pasa? El malestar tiene una información positiva para mí, siempre y cuando no me identifique con él, ni me tome al pie de la letra lo que me dice.
• ¿Qué quiero hacer con esa información? Contrastar lo que dice la voz emocional nos permite distinguir la parte que está asociada a un pensamiento limitador sobre ti mismo, y por otro, lo que puedes hacer para no retroalimentarlo, teniendo en cuenta que ese es tu talón de Aquiles.
• ¿Para qué quiero este discernimiento? Para superar los filtros emocionales que justifican pensar que el otro tiene el poder de limitar mi forma de vivir, de sentir, de expresar o de manifestarme.
• ¿Qué experiencia facilita atravesar los filtros? Ser capaz de escuchar y contrastar las necesidades propias con las del otro. Que ambos miembros de la pareja puedan estar permeables a la diferencia natural que se da entre ambos. Para que la pareja encuentre su propia manera de estimular el comunicarse, el compartir tareas, el vivir nuevas experiencias, el plantearse retos.
Ahora os propongo que recordando una experiencia reciente, repasarla siguiendo las cuatro preguntas. Con las respuestas elaborar una nueva escena y visualizar una manera diferente de resolver la situación. De forma que me imagino con todo tipo de detalles espaciales, sensoriales y emocionales, la conversación que tendría con mi pareja.
Si en algún momento de la visualización detectas que vuelves a tener un malestar, repites el proceso. Conviene ensayarlo una cuantas veces y cuando sientas que estás preparado para hacerlo en vivo y directo, pruebas salir de la realidad virtual y lo practicas con tu pareja.
Vuestros comentarios seguro que reforzarán y ampliarán la visión que hoy comparto con vosotros.
Artículo por cortesía de su autora,
Graciela Large
Experta en Comunicación
y Terapeuta de desarrollo personal.
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Fuente: TERAPIA Y FAMILIA