– Nacemos sin mente y sin dientes.
La mente es un instrumento y vivimos sin ella los primeros años. La mente es una parte de ti, no es tu esencia.
La mente se forma posteriormente, es un fenómeno accidental, determinado por la buena o mala suerte que tienes de nacer en una familia, de una raza, de una nación y de una religión.
– Cuando nacemos no estamos programados para estas limitantes, más bien tenemos como referencia la grandeza de la naturaleza humana.
– La mente es una computadora que almacena la información que le ingresemos. La mayor parte de la información es heredada o venida de afuera. Cuando un niño nace la sociedad se pregunta: ¿Qué haremos de éste? ¿Un católico? ¿Un judío? ¿Un musulmán?
– «Sufrimos un gradual envenenamiento de la conciencia, que cuando llegas a los treinta años estás muerto sin que te hayas dado cuenta».
– Ahora, lo que pasa es que todos vivimos en función de lo que nuestra mente nos dice. Te dice lo que es correcto y lo que es equivocado, lo que se hace y lo que no se hace, lo que conviene y lo que no conviene, lo que tienes que sentir y lo que no tienes que sentir, etc. Todo ello determinado por la programación accidental externa que no has decidido. ¿No te parece que tu vida es más parecida a la de un robot que a la de un ser humano libre y consciente?
– La humanidad experimenta un sentimiento profundo y básico de frustración. Nadie está contento con su vida sólo porque todos creen estar viviendo su propia vida. ¡Pero nadie vive su vida! ¡Nadie es el protagonista de su vida! Estamos viviendo como «extras» de la película de alguien más, cuando nacimos para ser los protagonistas, directores y guionistas de nuestra película personal.
– La mente es una pantalla donde pasa todo sin orden ni lógica. Es un fenómeno continuo y parecido a un sueño. Por eso algunos maestros de vida como Buda, Jesús y Lao Tse nos dicen que estamos dormidos.
Si analizas tus pensamientos, segundo a segundo, ¿puedes decir que estás despierto? ¿puedes decir que estás verdaderamente viviendo? Sería mejor decir que eres un sonámbulo.
La vida está pasando frente a ti, tu hijo te cuenta sus importantísimos logros en la escuela, una sabrosa comida te guiña el ojo en la mesa, Dios se esmera con una hermosa puesta de sol…y tú sueñas con tener una moto, escaparte a la montaña, divertirte con unos miles de pesos que te sacarás en la loteria cuando compres un billete.
– Si no estás atento a la mente, te arriesgas a desperdiciar la vida siguiendo pendejadas. La vida puedes vivirla sólo en el presente, no en sueños.
– Entonces, el primer paso para entrar en el mundo maravilloso de los mantras mexicanos es darse cuenta del mundo irreal que crea la mente.
Una mente sin control es un pleito de muchas voces, hace falta restituir el control en la casa. La mente es un instrumento que debe estar al servicio de la persona y no al revés. Si es un instrumento, se entiende que no se ocupa siempre y a todas horas. Si estás relajado en el sofá con tu amada, si estás jugando con tus hijos o tus amigos…o simplemente estás paseando por el campo…la mente no es necesaria en absoluto.
Pero la realidad es que parece más un instrumento de tortura: tu hijo te habla y tú estás pensando en el sujeto loco que se a travesó la calle sin fijarse que ibas pasando y te preguntas dónde quedó la camisa roja que te regaló tu papá que no te has puesto; y cuando estás comiendo empiezas a pensar si en Veracruz cocinan un pollo tan sabroso como lo hace tu suegra que es de Monterrey, pero allá la comida típica es el cabrito, y hablando de cabritos no recuerdas si estacionaste bien el coche porque hay una cochera cerca, y entonces recuerdas aquello que te dijo tu papá…a propósito no le he llamado, ¿estará bien?.
Parece una situación normal, es normal, pero terriblemente absurdo. ¿Quién manda pues? ¿Es un instrumento que actúa libre e interfiere a placer?
«Me vale madres», pp. 119-147
Fuente: Gestalt Terapia