– Concederse libertad es vivir el proceso interno de la autonomía.
– La libertad es la posibilidad o el derecho que tiene cada uno de elegir entre las alternativas de cada momento. Requiere de la honestidad para ver todas las posibilidades, sin descartar las que atentan contra mis principios, mis temores o mi conveniencia.
– La libertad me enfrenta con la realidad que es producto de mis decisiones anteriores. Por eso la libertad va de la mano con la responsabilidad. Para muchos resulta demasiado tentador decir que no se podía hacer otra cosa, para disminuir su responsabilidad.
– El reto de vivir mejor requiere una cuota grande de valentía, coraje y solidez para pagar el precio de enfrentarse a la sociedad por cuestionar algunos de sus mandatos o por la insolencia de pedir explicaciones a los poderosos.
Hace algo más de medio siglo, una fría tarde en Moscú, el entonces secretario general del Partido Comunista, Nikita Krushchev, denunciaba en el Vigésimo Congreso de su partido, los horrores cometidos durante el gobierno del despótico hombre fuerte de todas las Rusias, José Stalin, muerto tres años antes, después de haber ejecutado sumariamente a miles de opositores y mandado matar a todos los viejos compañeros de la Revolución de Octubre, entre ellos al mismísimo León Trotski.
Por primera vez, el premier ruso Krushchev contó frente a un centenar de sorprendidos representantes partidarios, cómo, despiadadamente, Stalin había encarcelado y torturado a miles de los que osaron oponerse a su autoridad, había ordenado deportaciones en masa para otros tantos y había mandado recluir a todos los demás de por vida en las cárceles de la helada Siberia. El secretario general relató con detalles los planes siniestros para oprimir a los países satélites de la entonces llamada Unión Soviética, aplastando en cada lugar a las fuerzas rebeldes con el poderlo de la fuerza militar del Sóviet.
Stalin (en la realidad Jósiv Vissariónovich Dzhugashvili) no había escatimado crueldad para hacer saber al mundo, dentro y fuera de Rusia, que nada frenaría su intención de decidir los destinos de la parte del planeta que quedó bajo su «control» después de los acuerdos de Yalta.
Los que allí estaban contarían después que la situación era tan tensa que podía escucharse la respiración de algunos después de que el secretario general diera su minucioso e impresionante informe.
De pronto, una voz se escuchó saliendo de entre las cabezas aglutinadas de los dirigentes. La voz preguntaba casi increpando a Kruschev:
-¿Y dónde estabas tú, camarada, mientras todo esto pasaba?
Todos entendieron lo que la frase insinuaba sin decirlo. Nikita Krushchev había trabajado muy cerca del fallecido tirano, había sido depositario de su confianza, había sido parte de la dirigencia de aquella cruel etapa estalinista de la Unión Soviética.
La pregunta ponía en evidencia que, con su silencio, el ahora denunciante había sido de alguna manera cómplice de las mismas infamias que en ese momento denunciaba.
El secretario Krushchev hizo silencio. La pregunta a viva voz había conseguido callar a todos.
-¿Quién dijo eso? -preguntó luego, con firmeza.
No hubo respuesta.
-¿Dónde está el que hizo esa pregunta? -volvió a preguntar, estirando el cuello como buscando una mano levantada entre la multitud.
Rusia no era ya la Rusia de Stalin, pero estaba muy lejos de ser un modelo de democracia o un Estado que pudiera garantizar la integridad de los que se oponían al régimen. Los servicios secretos del Sóviet, que luego se convirtieron en la famosa KGB, seguían siendo poderosos y temibles.
Nadie contestó a la pregunta de Nikita Krushchev.
Fue entonces cuando el secretario del Partido dio la respuesta genial a la incómoda pregunta:
-Ya que no te animas a decirme dónde estás, voy a contestar a tu pregunta de manera que no te quede duda de mi respuesta. ¿Dónde estaba yo en aquellos días? .. Yo estaba exactamente en el mismo lugar y en la misma posición en la que tú estás ahora.
Jorge Bucay
– Dentro de mí habitan un dictador, un inconforme y un sometido.
La verdadera libertad ofrece la posibilidad de establecer un diálogo de los tres personajes. La responsabilidad asume el consenso de la elección y actúa en consecuencia.
La verdadera libertad ofrece la posibilidad de establecer un diálogo de los tres personajes. La responsabilidad asume el consenso de la elección y actúa en consecuencia.
Fuente: Gestalt Terapia