Por fin terminó el gran despropósito en el que se ha convertido la Navidad hoy día, con sus abundancias y opulencias, sus falsos deseos de felicidad, sus carísimos regalos, sus comilonas, sus especiales atuendos y sus litros de alcohol. Por fin terminaron los buenos propósitos, el pensar que nos va a cambiar la vida solo por el simple hecho de comenzar un año nuevo, y volvemos a la rutina del día a día, la misma que teníamos antes de que empezara todo este gran teatro de falsedad. A la dieta obligada, al “no tengo un duro”, a las preocupaciones del trabajo (y es que lo tienes), y las del encontrarlo (si no lo tienes). Seguiremos sin saber hablar inglés perfectamente, y sin dejar de fumar, sin apuntarnos al gimnasio y sin cambiar nada, en definitiva, de lo que teníamos el año pasado, aquel 2011 que tan hijo de puta fue. Sólo nos queda la ilusión ignorante de pensar que, por qué no, este año sea un poquitín mejor… la ilusión es lo último que se pierde, no? Pues hasta finales del 2012 podemos pensar que va a ser mejor, y cuando lleguemos a diciembre diremos: “puto 2012, y pensamos que el 2011 fue malo…” Pero hasta que llegue eso, tenemos por delante doce meses desconocidos en los que viviremos cosas que aun no sabemos. Reiremos y lloraremos, disfrutaremos y sufriremos y seguiremos adelante, empujando los días de la mejor manera posible, pues todo lo que nos acontece nos hará más fuertes hasta ser invencibles.
No esperes a que el 2012 sea feliz por sí mismo, tenemos que salir a buscar la felicidad ahí fuera, con los amigos, con la familia, en pareja y también en soledad.
Para ser feliz hay que esforzarse…