Desde que llegamos de las vacaciones de verano, he recibido varias consultas, o mejor, varias preguntas, encaminadas hacia un mismo tema: ¿qué condiciones hay para garantizarnos un amor duradero y sano?, ¿puedo saber si este amor que siento es para siempre?
Me manifestaban esta serie de inquietudes, de pensamientos, preocupados por aprender a conocer el camino que llevara a la certeza del saber amar como profundo sentimiento que mueve a la humanidad, pero yo no tengo las respuestas que lleven a caminar sin incertidumbres, a caminar sin esfuerzo y a llevar el alto rendimiento de la vida a insospechadas playas de placer eterno.
Al querer contestar a estas preguntas de mis lectores y consultores de nuestra página, decidí escribir un artículo que pudiera servir de ayuda para que el camino hacia el objetivo deseado se viera aderezado de pequeñas herramientas a las cuales recurrir para poder solucionar estos contratiempos en el devenir cotidiano, con la principal visión de que es necesario arriesgarse a vivir para tener y conseguir vida. Pero no necesité esforzarme mucho en pensar qué escribir, qué deciros, porque la mayoría de cosas que se deben hacer, están ya escritas y lo único interesante es ponerse en la onda suficiente para encontrar aquello que puede sernos útil (CUANDO EL ALUMNO ESTÁ PREPARADO, APARECE EL MAESTRO)
Es por esta razón por la que os traigo a un autor, Mitch Albom, para que podáis reflexionar sobre las mismas preguntas que me hacéis, porque en su libro “Martes con mi viejo profesor”, Albom habla de las condiciones de un amor sano y menciona cuatro verbos necesarios para conjugar correctamente el lenguaje del amor en todos sus tiempos y modos: respetar, transigir, hablar y compartir.
Este fragmento que os propongo, por sí sólo, ilustra grandemente lo que quiero deciros:
“-¿Existe alguna regla para determinar si un matrimonio va a funcionar?
Morrie sonrió.
–Las cosas no son tan sencillas, Mitch.
– Ya lo sé.
-Con todo -dijo- existen algunas reglas acerca del amor y del matrimonio que sé que son verdaderas. Si no respetáis a la otra persona, vais a tener muchos problemas. Si no sabéis transigir, vais a tener muchos problemas. Si no sabéis hablar abiertamente de lo que pasa entre vosotros, vais a tener muchos problemas. Y si no tenéis un catálogo común de valores en la vida, vais a tener muchos problemas. Vuestros valores deben ser semejantes. Y ¿sabes, Mitch, cuál es el mayor de esos valores?
– ¿Cuál?
– Vuestra fe en la importancia de vuestro matrimonio.»
Creo que podéis reflexionar y hacer vuestros comentarios al respecto y tal vez lo idóneo sea comenzar a conceptuar cada una de estas cuatro palabras mencionadas que os dejo a vuestra consideración. ¿Os vale?
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA