Nos suceden cosas en el devenir de la vida, como personas, como pareja, como padres, pero a veces no somos capaces de inclinarnos por ninguna decisión de cambio porque tenemos miedo. ¿A qué? ¿A la soledad? ¿A sentirnos aislados sin esperanza de vivir por sentirnos perdedores? ¿A sentir frustración? ¿A tener miedo al miedo?
Es una sensación incapacitante, perturbadora, que nos produce hostilidad, introduciéndonos en un círculo vicioso de fatalismo, pena, insatisfacción y muchas otras sensaciones que nos sumergen en la más profunda angustia. Tal vez lo que nos hace, incluso, facilitar esta dinámica negativa es la sensación de pérdida de control sobre nuestra propia vida.
Y a pesar de sentir todo este maremágnum en nuestro interior, estamos inmóviles dejando que estas sensaciones se instalen cada vez con mayor fuerza en nuestros corazones, deshaciendo las emociones positivas que en un principio existían, y que crearon, precisamente, el deseo, la pasión, por ser pareja y por vivir de la forma que habíamos elegido.
He aprendido a ver, cuando existen estas situaciones, que la primera premisa importante es creer en la propia capacidad de hacer que las cosas cambien creyendo en uno mismo y en el poder personal para no instalarse en el fatalismo que nos dirige a la falta de compromiso con uno mismo, con los demás y con la vida, precisamente por creer erróneamente, que no son necesarios los cambios para actualizar a la persona y las relaciones que cada uno vive y que no ayudan a crecer y desarrollarse como ser humano.
Hace relativamente poco tiempo, una cliente me preguntaba sobre este tema, por estar inmersa en su vida de pareja en esta tesitura, en ese estadío en el que o haces algo, o mueves ficha, o la misma situación te arrastra al abismo de dejar cosas que quieres, pero que no quieres como actualmente están. ¡Si no quieres dejar lo que tienes y no te gusta como está, cámbialo…! Creo que este es el principio. Pero hace falta mirar con nuevos ojos…con nuevas perspectivas…con optimismo, y buscar la capacidad de encontrar sentido a lo que está sucediendo.
La solución no está, a veces, en cambiar de pareja porque se ha demostrado que vuelve a suceder lo mismo, ya que el problema está en el interior de cada uno, no en el otro, ya que todo comienza por la apreciación subjetiva de un suceso, lo que yo creo sobre lo que está aconteciendo, y por lo que creo y cómo lo creo, así me afecta y así reacciono. Aparentemente sencillo, ¿verdad?…Está claro que no lo es tanto, puesto que casi nadie elige sufrir porque sí. En este punto del ciclo evolutivo de cada persona, la guía de un profesional en terapia es crucial.
Como os decía antes, ante su “llamada y petición de auxilio” (ambos miembros de la pareja pidieron ayuda, ¡por fin un hombre comprometido con los problemas de pareja!) y tras varias sesiones para centrar el problema y elaborar el perfil con las hipótesis de trabajo necesarias, le contesté a una cuestión (que prefiero omitir), lo siguiente:
«Entiendo perfectamente cómo os encontráis, pero es necesario barajar todas las posibilidades que una persona tiene de refrendar su existencia en la vida, sin maltratarse, sin sentirse mal. La aventura de vivir pasa por elegir continuamente y si yo anoche no os hago ver todas las cartas que tenéis que jugar para ir a donde elijáis, no hubiera sido real con la situación.
Sé que os estoy enfrentando con las cosas muy reales y con la crisis verdadera (y lo que falta todavía) porque sigo la situación muy de cerca y hay que coger el toro por donde haga falta. Es necesario que ante las decisiones que tenéis que tomar, encontréis un espacio para hablarlo, para sentir juntos y para expresar las emociones que os salgan juntos. Asimismo es necesario que tengáis vuestros momentos en soledad para reflexionar sin ruidos ni interferencias, que os enfrentéis a la crudeza de la situación para saber elegir con la madurez que se necesita en estos momentos de crisis personal tan fuerte.
Pero esto trastorna, desequilibra y el coste emocional no es más que la inversión necesaria para obtener, con trabajo, elaboración y viviendo el proceso, para obtener, repito, el punto desde donde se puedan ver las situaciones con la suficiente perspectiva para valorar de forma adecuada el punto de partida del resto de vuestra vida.Estando confundido es muy difícil tomar decisiones y lo que os he sugerido es saber en qué punto real está la relación para empezar a tomarlas de una forma más coherente y real. El mero hecho de ser conscientes en qué punto estáis está provocando esta reacción emocional, necesaria para que podáis expresar los sentimientos y sentiros libres para hacerlo. De nada vale esconderse a la realidad, por eso esta situación que se ha creado es importante, crucial y necesaria para que cada uno valore su punto de partida, su vida, sus emociones, sus escala de valores y a qué acuerdos y decisiones está dispuesto a llegar.
Sé que es complicado, pero date tiempo, paciencia, trabajo, energía suficiente para ayudarme a que os ayude. Se ha dado el primer paso, el más doloroso, el más duro, pero, casi siempre, el más rentable. El ritmo de la evolución es vuestro ritmo, no el mío, pero lo cierto y verdad es que mientras que hay amor, hay esperanza. Lo que la crisis que surge hace es avisar de que hay que efectuar cambios para actualizar la pareja. Nadie es el mismo siempre y nada nos vale de la misma forma siempre. Si realmente hay amor, hay futuro, yo lo tengo claro, porque el amor, precisamente debe ser un facilitador para tomar decisiones, para efectuar comunicaciones necesarias y para basar la vida en nuestra felicidad y en la del otro.»
Una relación puede hacernos disfrutar de la vida o, como decía una compañera, ser la peor pesadilla. En las manos de cada uno está hacer de ello un proceso amoroso y útil para ambos.
Espero, estimados lectores, que este artículo, como siempre, os ayude a reflexionar.
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA