Volvemos a la rutina, aunque ahora no se trate de la misma rutina que tenía antes, digamos que es una rutina diferente, ¿puede haber una rutina diferente?, no lo sé, lo cierto es que la tormenta ya ha pasado y aunque ha sido una tormenta agradable, una de estas tormentas románticas de otoño cuando el tiempo aun no es demasiado extremo y la leve brisa se convierte en un vientecillo que arremolina las hojas recién caídas de los árboles, que se van, poco a poco desnudando con pudor y erotismo. Una de estas tormentas que invitan a tomar una gran taza de café mientras observas cómo la lluvia comienza tímidamente a caer y se va convirtiendo en más y más abundante, hasta golpear con fuerza el cristal de la ventana del salón mientras el sonido de los truenos te hace estremecer. Ha sido una tormenta preciosa, de estas tormentas que dan pena que termine, que te emboba y anestesia el pensamiento, que te ofrece el placer de la más absolutas de las nadas. Una tormenta irrepetible, inigualable a ninguna tormenta que esté por venir en el futuro. La tormenta en Llerena es un espectáculo natural increíble. Pero ya pasó. La disfrutamos, la vivimos y la sentimos, pero desgraciadamente pasó, como pasa todo en la vida. Sólo nos queda el recuerdo de aquella tormenta que desordenó nuestros días y nos sentimos importantes por un instante. Ojalá el paso de los días no nos robe este maravilloso recuerdo de lo que un día vivimos, cuando éramos los reyes del universo.