Conflicto, ¿individual o de pareja?

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Si partimos de la base de que el conflicto en la pareja es la suma de los asuntos que traemos cada uno por resolver (de nuestro inconsciente, de nuestras experiencias anteriores…), tal vez deberíamos escucharnos, oírnos desde dentro y observar que “nuestros puntos débiles” son precisamente lo más urgente que hemos de solucionar, ya que si nos permitiéramos tiempo y trabajo, nos daríamos cuenta que es lo que, incongruentemente, rechazamos y evitamos. Nos molestan esas cosas pero no actuamos sobre ellas, perpetuándolas así en el tiempo con el consabido agravamiento de las situaciones.
Sí, rechazamos, negamos, proyectamos en otros nuestras propias impotencias sin ser capaces de hacer una introspección profunda de los propios miedos, inseguridades… No llevamos a nuestra conciencia ese entramado vital que necesita de nuestra actitud activa por vivir de la forma que la propia Naturaleza nos indica; y pretendemos conocer a los otros, juzgarlos, condenarlos, cuando no elevamos a la propia escala de prioridad que el factor más importante para ser uno mismo es el autoconocimiento.
Todos, o muchos de nosotros, hemos leído: “No te resignes ni esperes que el otro cambie para ser feliz. Ser consciente de lo que te pasa y asumir la responsabilidad de tu propia vida, te ayudará a encontrar la verdadera razón que te mantiene insatisfecho y te dará la fuerza para cambiarlo.” Pero lo hemos leído y leemos tanto que a veces, pienso, que solo se coleccionan cantidades ingentes de información básica que dice lo mismo, y únicamente soluciona por unos minutos nuestra ansiedad de búsqueda de “algo” porque nos hace vislumbrar nuestras posibilidades de cambio, porque hay herramientas, porque esa teoría válida nos puede llevar a un estado diferente de conciencia y actitud donde nuestro bienestar entrará en un remanso de sabiduría para bien vivir. Pero no empezamos. Almacenamos conocimientos que, si no utilizamos, son inútiles.
¡Empecemos a actuar! ¿Cuándo?, ¡hoy mismo! ¡Ahora! ¡Ya, es el momento!
Estas teorías que hemos ido amasando durante tantos años, ya es hora de que las pongamos en práctica, porque funcionan, y el caso es que lo sabemos o por lo menos lo intuimos por una razón bien sencilla: sigo haciendo lo mismo que hacía y no dejo de estar mal, ¿por qué?…
Grandes pensadores y terapeutas que se han dedicado a activar el comportamiento y la psique humanos y que han llevado a las personas a dirigirse y dirigir su conciencia y conocimiento hacia sí mismos, han dicho hasta la saciedad que es preciso integrar un proceso por el cual se logre que lo desagradable que percibimos en nosotros y en los demás, y a veces, “eso” que nos hace actuar y parece desconocido para nosotros, se pueda convertir en algo maravilloso de la conciencia normal.e86609dc6de789813c268d47c8e62bae
Hablo de integrar y no de reprimir, porque si reprimimos este nivel psicológico sólo decidimos que algo es desagradable y lo apartamos de nuestra conciencia para no sentir lo que provoca; y si no sentimos y observamos ese sentimiento, no podemos abordarlo para solucionar nuestro malestar.
Cuando “estamos mal”, es un aviso que nos mueve todo nuestro bosque con el objetivo de que hemos de buscar, tratar y “curar” el árbol que está dañado o que presenta alguna deficiencia; y necesitamos crearnos, reinventarnos, renacer a través de un pensamiento creativo que no discrepe de nuestro yo. Una gran compañera y profesional de la orientación familiar, Gloria S. Conesa, dice que cuando observamos que algo dentro de nosotros chirría hemos de buscar el aceite, el bálsamo que vaya a poner en buen funcionamiento nuestra maquinaria del alma, porque el propósito debería ser el equilibrio que haga que, de forma consciente, podamos cambiar el sistema de creencias que nos hace mal por otro que nos beneficie para ayudarnos a vivir como realmente queremos desde nuestro interior: pensamientos positivos producen resultados positivos y pensamientos negativos producen resultados negativos.
Juan José López Nicolás
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