«Le pregunté a un alumno: «¿Cómo harías para ir de este cuarto a aquel otro?»
Me respondió: «Primero hay que pararse, luego dar un paso hacia adelante…»
Lo detuve y le pedí: «Nómbrame todas las formas posibles para llegar de este cuarto al otro.»
Enumeró: «Puede irse corriendo, caminando, saltando, a los brincos, dando vueltas de carnero… Uno puede llegarse hasta esa puerta, salir de la casa, entrar por la otra puerta y dirigirse a ese cuarto. O bien, si uno quiere, puede saltar por la ventana…»
Le dije: «Ibas a incluir todas las formas posibles, pero cometiste una omisión, una importante omisión. Normalmente yo empiezo por dar el siguiente ejemplo: ‘Si quiero pasar de este cuarto a aquel otro, salgo por la puerta, tomo un taxi hasta el aeropuerto, compro un pasaje a Chicago, Nueva York, Londres, Roma, Atenas, Hong Kong, Honolulú, San Francisco, Chicago, Dallas, Phoenix, vuelo en una limusina y entro por el patio de atrás, paso la puerta trasera, y de la habitación del fondo paso a ese otro cuarto.’ ¡ Y tú sólo pensaste en ir hacia adelante! No se te ocurrió ir hacia atrás, ¿no es cierto? Tampoco se te ocurrió gatear.»
Mi alumno agregó: «Ni deslizarme sobre mi estómago.»
¡Nos limitamos tan espantosamente en todo lo que pensamos!
Me respondió: «Primero hay que pararse, luego dar un paso hacia adelante…»
Lo detuve y le pedí: «Nómbrame todas las formas posibles para llegar de este cuarto al otro.»
Enumeró: «Puede irse corriendo, caminando, saltando, a los brincos, dando vueltas de carnero… Uno puede llegarse hasta esa puerta, salir de la casa, entrar por la otra puerta y dirigirse a ese cuarto. O bien, si uno quiere, puede saltar por la ventana…»
Le dije: «Ibas a incluir todas las formas posibles, pero cometiste una omisión, una importante omisión. Normalmente yo empiezo por dar el siguiente ejemplo: ‘Si quiero pasar de este cuarto a aquel otro, salgo por la puerta, tomo un taxi hasta el aeropuerto, compro un pasaje a Chicago, Nueva York, Londres, Roma, Atenas, Hong Kong, Honolulú, San Francisco, Chicago, Dallas, Phoenix, vuelo en una limusina y entro por el patio de atrás, paso la puerta trasera, y de la habitación del fondo paso a ese otro cuarto.’ ¡ Y tú sólo pensaste en ir hacia adelante! No se te ocurrió ir hacia atrás, ¿no es cierto? Tampoco se te ocurrió gatear.»
Mi alumno agregó: «Ni deslizarme sobre mi estómago.»
¡Nos limitamos tan espantosamente en todo lo que pensamos!
de M. Erickson, «Mi voz irá contigo»
Fuente: Terapia Gestalt Arantxa García M