Como si en el cableado de mi cerebro no hubiese electricidad. Ninguna. Como si se hubiese quemado el fusible que activa mis pensamientos. Como si se me hubiese olvidado cómo pensar. Ando perdido en la vastedad de esa infinitud que se convierte en la nada. Pareciera que ya no necesitara olvidar porque el cable que me conectaba con los recuerdos ya no tiene corriente. No sé si puedo sentir. No sé cuándo hay dolor en mí. No sé cuándo estoy alegre. El pasado está desaparecido en alguno de los archivos de mi memoria. El presente es fútil. Todo es efímero y perenne al mismo tiempo. Aprieto los ojos, doblo el ceño para intentar rescatar un recuerdo y todo se fue. No está. Ya no necesito olvidar. Vivo felizmente castigado por la inercia. Como si un noble corto circuito me desconectó de quien he sido hasta el momento. Por ratos me siento extraviado. No sé si lo que vivo ahora lo recordaré mañana. No lo sé. Poco sé. Nada sé.
Fuente: Terapia de piso