La envidia es una emoción. Eso es lo primero que hay que tener en cuenta. Por tanto, tiene una función, nos permite determinar un objetivo que deseamos conseguir.
El problema que tenemos con la envidia radica en una confusión, con una fuerte carga moral y que hemos intentado solucionar creando una nueva figura, la «envidia sana». Como en todas las cosas de la vida, cuando se intenta arreglar algo que ya funciona bien, se acaba estropeando del todo.
La envidia es sana por definición, porque no la padecen personas enfermas, alteradas o disfuncionales, la envidia está en el paquete de emociones con el que nacemos todos. Lo que la puede llegar a hacer insana es la forma en que nosotros la gestionamos, como canalizamos la energía necesaria para conseguir el objetivo que nos marca.
Hay personas que la canalización de esta energía es pasiva, negando la necesidad de conseguir lo que se envidia y traslandándola a la rabia, el rencor y/o la agresión más o menos indirecta, quedándose atada a la emoción, y por tanto sufriéndola y no consiguiendo lo que se desea. Vamos que sufre dos veces.
Creo que seré más claro con un ejemplo: Dos amigos quedan un día. Uno de ellos está exultante, ha conseguido un buen puesto de trabajo y ve su futuro a medio y largo plazo resuelto. El otro busca un trabajo de similares caracterísiticas pero todo son negativas. Cuando el otro le explica lo contento que está y el motivo, le dice:
– Jóder, ¡qué envidia me das!
– Hombre, ¿envidia?, no fastidies, te tenía por un buen amigo.
– No, no, no te deseo ningún mal, sólo me da envidia lo que tú has conseguido, ¡ya lo quisiera para mi! pero no deseo que te vaya mal ni que te pase nada malo. Pero si pudiese me cambiaría por ti.
Desde luego la respuesta es bastante diferente a si le hubiese dicho «ojalá te despidan en dos meses», o cualquier otra lindeza. Es más sano y más práctico pensar en que puedo hacer yo, de manera consciente, estratégica y activa para conseguir eso que ha conseguido el otro y que yo deseo.
Pero si todos lográsemos hacer esto, el mundo sería perfecto, ¿y tendría gracia vivir en un mundo perfecto?…
Fuente: Centro de Terapia Cognitiva