Si buscamos información e investigamos sobre qué son las emociones, nos encontramos con que todas las definiciones y explicaciones acaban concluyendo que su función, finalmente es adaptativa. Esto es, que su función natural es para hacerme saber que “algo” me sucede, y que he de hacer “algo” con ello, para no estar “mal” o continuar estando “bien”. Qué bien ¡ – pienso, mi organismo tiene un sistema regulador a través de las emociones, que activa un proceso para que yo haga “algo” que me ayude a estar “bien”.
Entonces, ¿por qué me siento tan mal cuando me enfado y digo cosas de las que luego me arrepiento, o las digo de tal forma que me siento mal?, ¿Por qué me siento insegura y angustiada cuando necesito sentirme segura y tranquila para afrontar una situación? o ¿por qué no he sentido pena cuando creí que debía sentirla y me he puesto triste y deprimida por nada? Si su función es para adaptarme y por mi supervivencia, ¿por qué hay veces que creemos que las emociones nos impiden tomar las decisiones o actitudes adecuadas, y que nos molestan para ser felices?
Bien, está es la base de la Inteligencia Emocional. Descubrir, investigar y desarrollar las habilidades o capacidades intelectuales que intervienen en el proceso emocional que trata de que mis emociones me ayuden a concluir cualquier experiencia de manera beneficiosa para mí (qué no siempre es la que a mí me gustaría o me apetece).
Aunque lo que la mayoría de personas buscamos al principio es una especie de “dime lo que tengo que hacer para que las cosas sean como yo quiero” y creo que muchas personas se acercan tanto a la Inteligencia Emocional como a la terapia en general, con este propósito, es una expectativa que quedará frustrada en el mismo comienzo de nuestro camino.
La emoción es un movimiento fisiológico y psíquico por naturaleza, orientado a restablecer el equilibrio del organismo. Así pues, podríamos decir que las emociones en sí son neutras, ni positivas ni negativas, ni buenas ni malas. Solo son beneficiosas si están en sintonía con él organismo. Sin embargo, como todos sabemos cada persona es diferente, con esto queremos decir que cada persona tiene su propia visión de la vida y las emociones, de lo que tiene que ser la vida o como tienen que ser las emociones. Para empezar algunas personas piensan que sentir rabia o enfadarse está mal, otras creen que es un signo de poder y fortaleza, para otras él miedo es un obstáculo en cambio para otras es un aliciente. En lo que a expresión emocional se refiere, para unos está mal alzar la voz, para otros está bien y para otros depende (y aquí hay gustos para todos). Otros asocian el llanto con debilidad, otros con sensibilidad. Para unos alejarse del conflicto es huir y para otros es ser inteligente. ¿Entonces como podemos comunicarnos entre personas tan distintas?
Bien, la mayoría de las veces utilizamos las emociones de manera beneficiosa. Sin embargo, hay ocasiones en las que algo se bloquea, no sabemos que es pero algo no anda bien; o no sabemos qué nos pasa, o no sabemos qué hacer con lo que nos pasa o lo que hacemos no es suficiente o sentimos que nos están mal interpretando… y por el otro lado no entendemos lo que el otro está haciendo, pidiendo o nos sentimos injustamente tratados… En estos casos, la Inteligencia Emocional aporta una descripción sencilla pero compleja del proceso fisiológico, biológico y psicológico de la experiencia emocional. Y es en el aspecto psicológico donde tenemos mayor capacidad de decisión y responsabilidad. Esto es, si yo percibo una amenaza, que sienta miedo, va más allá de mi voluntad (p.ejem.: Si expreso mi malestar con mi pareja, vamos a discutir y podría generar una crisis o ruptura… y están los niños, y la hipoteca de la casa, y yo le quiero pero…). Sin embargo, tengo un margen de maniobra en mi percepción de lo que es una amenaza y en lo que yo voy a hacer con mi miedo (realmente, expresar mi malestar ¿tiene que poner en jaque mi relación?, ¿cuánto de mi malestar tiene que ver con mi pareja? ¿Qué me resulta tan terrible de romper con mi pareja, que no quiero expresar mi malestar? ¿Cómo puedo expresarme sin que esto resulte una amenaza? ¿Qué quiero hacer si decido acabar con la relación que tengo con mi pareja? ¿Como hacer con los niños, la casa, los proyectos comunes?…
La Inteligencia Emocional nos enfoca a descubrir a través de las emociones, cómo es mi percepción de la situación, cómo reacciona mi cuerpo de manera automática y sin darme cuenta, que procesos mentales y qué tipo de pensamientos activo ante esta situación, y por otro lado, nos ayuda a reflexionar sobre qué voy a hacer con todo esto, distinguiendo entre qué me apetece hacer, qué deseo hacer y qué quiero o necesito hacer. Llegados aquí una piensa “qué rayada para saber si le mando a mi pareja a paseo o no, porque me está tocando las narices o si le digo a la niña que coma o que le quito la comida o le hago otra cosa para que por lo menos no se vaya con el estomago vacío, mientras mi pareja me dice que los niños hacen conmigo lo que les da la gana….”. Bien se trata efectivamente de no rayarse. Es como cuando cogemos el coche las primeras veces. Tenemos que pensar en que vamos a introducir la llave en el bombín y vemos que el coche no ha arrancado todavía, y que vamos a moverla y vamos a girarla y ruge el motor y nos asustamos pensando que a lo peor sale el coche hacia adelante y vemos que no, que sigue quieto y ponemos la mano en la caja de cambios y tenemos que pensar cómo sacar el coche de donde está, y los pies…. Todo esto, por supuesto, con alguien al lado, en silencio y sin música. Finalmente, al igual que con las habilidades emocionales, aprendemos e interiorizamos estos pasos.
En definitiva, cada uno decide que va hacer con la cena de su hija o que le va a contestar a su pareja y como va a llevar lo mejor posible al jefe o jefa que tiene. La Inteligencia emocional nos recuerda la importancia de las emociones a la hora de tomar decisiones (que prácticamente es lo que hacemos durante toda nuestra vida) y nos muestra que las emociones son una señal de alerta que nos indica que asunto de la vida precisa de nuestra atención. Si siento una emoción que una y otra vez me recuerda que esa situación me disgusta, es que todavía me quedan opciones y decisiones que tomar, y probablemente a mi mente ni siquiera se le han ocurrido o si se le han ocurrido algo me impide tomar o dejar esa opción. ¿Qué es? Es algo que cada uno tenemos que descubrir, si queremos.
Oihana Ozkariz Collar
Psícologa y Terapeuta Gestalt
Formadora en Inteligencia Emocional
Fuente: IZKALI escuela de gestalt