Los que tienen inteligencia analítica, se cuestionan el porqué de muchas actividades que tienen su base en mentiras, medias verdades o bien simplemente suposiciones aparentemente bienintencionadas tienen tanto éxito social. Lo importante para estas personas no es si el hecho le beneficia o le perjudica, sino que sea cierto o no.
Asimismo, la opinión que el resto del grupo tenga no tiene en sí mayor importancia mientras no demuestren analíticamente sus posiciones.
Los que tienen inteligencia social, no se fijan en la naturaleza de aquello en lo que creen, sino en las consecuencias directas que le reporta aquello en lo que creen. El hecho de que la raíz sea cierta o falsa, haya verdad o mentira detrás, pierde relevancia y se supedita a lo importante para la persona con inteligencia social: «que me siento bien».
Pueden adoptar argumentos o creencias simplemente porque la mayoría está de acuerdo en ellos, «si tanta gente está de acuerdo, por algo será».