Las buenas maneras tienen un componente de hacer que uno se trague muchas cosas. Esas cosas que se tragan, quedan. Y para esas cosas que quedan, necesitamos algo que, o bien las saque, o bien las calme.
Las buenas maneras por obligación son buenas para la sociedad, pero si son excesivas son malas para el individuo, que debe reprimir por el supuesto bien de los demás.
Y en esta sociedad de buenas maneras por obligación, se genera mucha mierda tragada sin tener vehículo ni conocimiento para gestionarlo por parte del individuo.
Y de ahí el auge del yoga y otras técnicas de meditación en el mundo occidental.
Nos hemos creado la necesidad de gestionar aquello, que es reprimido de una manera que nos cuesta entender(nuestros padres no la vivieron de esta manera), que hemos introyectado de Mamá Sociedad y ante lo cual, los instrumentos de lucha contra esa represión son cada vez menores: se tiende a aceptar que el camino correcto es tragar y, como decía Marge Simpson, formarte tu propia neurosis como hacemos todos.
Y solucionártelo en privado, gastando tu dinerito en yoga, aromaterapia, meditación vipassana, tai chi o cualquier otra técnica de reparación espiritual.
Y digo yo, ¿y si prevenimos en vez de curar?