Nuevas maneras de cambiar

Pueden distinguirse cuatro maneras principales de cambiar nuestras mentes cuando reciben una información nueva y conflic­tiva. La más fácil, y también la más limitada, es la que podríamos llamar cambio por excepción. El antiguo sistema de creencias permanece intacto, pero nos autoriza a admitir un puñado de anomalías, lo mismo que un antiguo paradigma tolera la presencia de un cierto número de fenómenos extraños en sus zonas fronteri­zas, antes de que estalle su marco dando paso a un nuevo para­digma más amplio y satisfactorio. Un individuo que se encuentra en esta situación de cambio por excepción puede sentir disgusto por todos los miembros de un determinado grupo, con la excepción de uno o dos. Puede considerar que los fenómenos psíquicos son una estupidez, y seguir creyendo sin embargo que los sueños de su tía abuela siempre resultaban verdaderos. Esos casos son des­cartados como «la excepción que confirma la regla», en vez de considerarlos como excepciones que desautorizan la norma.
El cambio paulatino sucede poco a poco, sin que el individuo se dé cuenta de haber cambiado.
Está también el cambio pendular, el abandono de un sistema cerrado, considerado como cierto, sustituyéndolo por otro al que se aferra con la misma fuerza. El halcón se convierte en paloma, el religioso acendrado se vuelve ateo, la persona descuidada se hace meticulosa, y viceversa, a su vez. El cambio pendular peca al no integrar lo bueno de lo viejo, y al no discriminar el valor de lo nuevo con respecto a sus afirmaciones excesivas. El cambio pen­dular rechaza la propia experiencia anterior, pasando de un medio saber a otro.
El cambio por excepción, el cambio paulatino y el cambio pendular se paran a las puertas de la transformación. El cerebro no puede procesar una información conflictiva, a menos que sea capaz de integrarla. Un simple ejemplo: si el cerebro es incapaz de fundir en una sola imagen la doble visión, acabará por ignorar las señales provenientes de uno de los ojos. Las células visuales del cerebro correspondientes a ese ojo acabarán por atrofiarse, cau­sando la ceguera del mismo. De igual forma, el cerebro, al elegir entre visiones conflictivas, reprime toda información que no en­caje con sus creencias dominantes.
A menos, por supuesto, que sea capaz de armonizar esas ideas en una síntesis poderosa. Eso es el cambio de paradigma, la transformación. Esa es la cuarta dimensión que supone el cambio: la nueva perspectiva, la percepción intuitiva que permite integrar la información en una nueva forma o estructura. Los cambios de paradigma depuran e integran. Los cambios de paradigma inten­tan curar del engaño del o «bien o bien», o del «esto o lo otro». En muchos sentidos, se trata de un cambio de lo más provocativo, por lo que supone de renuncia a toda certeza: es capaz de tolerar diferentes interpretaciones desde perspectivas diferentes en dife­rentes ocasiones.
El cambio por excepción afirma: «Yo tengo razón, salvo…». El cambio paulatino dice: «Yo casi tenía razón, pero ahora tengo razón». El cambio pendular sostiene: «Antes estaba equivocado, pero ahora tengo razón». El cambio de paradigma dice: «Antes tenía razón en parte, y ahora tengo razón en un parte algo mayor». En el cambio de paradigma; nos damos cuenta de que nuestras ante­riores concepciones eran sólo una parte del cuadro, y que lo que ahora sabemos es sólo una parte de lo que sabremos más adelante. El cambio ha dejado de ser amenazador. El cambio absorbe, ensancha, enriquece. Lo desconocido se convierte en territorio amistoso e interesante. Cada toma de conciencia ensancha el camino, facilitando la etapa siguiente del viaje, la siguiente abertura.
También el cambio mismo cambia, exactamente como en la naturaleza la evolución evoluciona de los procesos simples a los complejos. Todo suceso nuevo altera la naturaleza de los que luego seguirán, como sucede en el interés compuesto. El cambio de paradigma no es un simple efecto lineal, como los diez peque­ños indiecitos de la canción de cuna, que van desapareciendo uno a uno. Es un cambio de patrones repentino, una espiral, y a veces un cataclismo.
Si despertamos al flujo y a las alteraciones de la propia con­ciencia, aumentamos el cambio. La síntesis engendra la síntesis.

Ferguson, La Conspiración de Acuario

Fuente: Gestalt Terapia

Scroll al inicio