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Para animar a la participación, propongo hoy el caso que estudiamos en la última clase del miércoles y que expuso la alumna de Segundo Curso de ISSA (http://www.issa.edu/) Joana Fagúndez Llamas. Está tomado del libro: Asistentes de Dirección: crecimiento personal/excelencia corporativa, y se encuentra en las páginas 185-187, bajo el título: Acoso afectivo en prácticas:








Acoso afectivo en prácticas

Caso investigado por María Martínez Almeida, alumna de ISSA.

Para completar sus estudios del Ciclo Superior de Secretariado, Jennifer tuvo que hacer prácticas en una empresa por espacio de 3 meses. La empresa que le tocó estaba compuesta por una plantilla joven, con una media de edad de 30 años. Cada día, Jennifer llegaba puntual, incluso se adelantaba, a veces hasta media hora de la hora reglamentaria.

El primer día se hizo cargo de Jennifer una de las secretarias de la oficina, pero a los dos días les reunieron para comunicarles que la empresa se iba a fusionar con un grupo internacional y que habría reajustes de personal. El director de la sucursal se dirigió a la asistente que enseñaba a Jennifer y le dijo que tenía lo que quedaba de semana para ponerla al día en las labores de su puesto ya que ella iba a desempeñar otro puesto y el suyo lo iba a realizar su nueva compañera. A partir de ese día, Jennifer puso, si es posible, más interés por aprender. Además todos en la oficina, con una excepción, le ayudaron mucho, explicándole el funcionamiento.

A pesar de tamaña responsabilidad Jennifer se defendía bien en el puesto y además lo realizaba siempre de buen humor y disfrutando con lo que hacía en cada momento. No faltó ni un día. Sus compañeros le trataban muy bien y agradecían el trabajo que hacía para ellos. Incluso en una ocasión, un cliente, llegado de Madrid para una reunión con el director de la sucursal preguntó por ella y, delante de todo el personal de la oficina, incluido su jefe, le hizo entrega de un regalo ya que según sus palabras: “nunca se había encontrado con una persona que le atendiera tan bien y tan amablemente por teléfono”. Para Jennifer fue muy importante y ayudó a elevar su autoestima.

Al mes y medio, más o menos, llegaron de otra sucursal dos personas para ayudar a poner orden en la de Jennifer, por el reajuste de personal. Uno de ellos era un hombre joven y agradable, que al cabo de una semana empezó a delegar en esta chica, buena parte de su trabajo, le llamaba a menudo para explicarle cómo o para cuando quería las cosas.

Un viernes estos dos compañeros preguntaron a Jennifer si podía hacer de guía para ellos y así enseñarles la ciudad esa misma tarde al terminar el trabajo. Después de llamar su madre para comentárselo, Jennifer les dijo que sí y al terminar la jornada se dirigieron a la capital Al terminar la visita guiada invitaron a Jennifer a tomar algo.

Al cabo de una o dos semanas, un viernes sobre las 21:30h, llamó a Jennifer el hombre más joven (hasta más tarde ella no se dio ni cuenta que tenía su número particular sin que ella se lo hubiera dado) y le comentó que su compañero no se encontraba muy bien y tenían que quedarse el fin de semana. Le dijo que no conocía a nadie allí y si podía tomar un café con él, y Jennifer, sin darle ninguna importancia y pensando que estaba haciendo la «buena obra del día», accedió, eso sí llamando antes a uno de sus amigos para que les acompañara. Jennifer no quería que se malinterpretara nada. El caso es que el amigo de ella, después de estar un rato acompañándoles, se fue a los quince minutos.

Fueron a una cafetería y tras conversar un rato, el hombre dijo a Jennifer que durante su 1ª semana allí había observado a toda la plantilla y había visto, según él, que la persona que sacaba más trabajo, más rápido y de manera más eficiente era ella. ¡Menudo cumplido!, porque acto seguido le dijo que estaba interesado en ella y que creía que Jennifer también lo estaba, ¡casi no podía creérselo, si hasta había comentado en la oficina que tenía novia y que estaban poniendo el piso!, ¡Jennifer se quedo con una cara! Le dijo que no era así, que le parecía una persona encantadora y muy simpático, un buen tío, como se suele decir, pero que estaba totalmente equivocado respecto a ella. Insistió un poco más pero al ver que no había nada que hacer, se despidieron y se fue.

Jennifer contó este suceso a su madre y ella le dijo que había reaccionado bien, que no todo el monte es orégano pero que hay que andar siempre con pies de plomo.

El lunes siguiente al llegar a la oficina, Jennifer se acercó al despacho del otro para preguntar si estaba mejor, y al hacerlo éste se sorprendió en un primer momento y acto seguido se echó a reír. A partir de ese momento hasta el día que acabó sus prácticas, la relación de Jennifer con él fue mínima.

A pesar de todo el día que Jennifer se despedía del trabajo le hicieron una pequeña fiesta en la que le entregaron un regalo, e incluso pidieron al director de la sucursal que le contratara, ¿Adivinan quien fue el que empezó a pedirlo?…

Un par de semanas más tarde llamaron a Jennifer para invitarle a su comida de Navidad: Le insistieron un poco y al final fue. Por supuesto, el «pretendiente» seguía allí. Jennifer se sentó lo más lejos posible de él y lo ignoró cuanto pudo y aún así después de la comida, que se alargó hasta las ocho de la tarde, volvió a insistir a la chica, para que se quedara a una fiesta que iban a montar. Tuvo la desfachatez de comentar que él se encargaba de llevar más tarde a Jennifer a su casa. Jennifer no aceptó y una compañera se ofreció a trasladarla a su domicilio. Jennifer siempre ha pensado agradecida que aquella chica se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y quiso «echarle un capote».

Jennifer reconoce que a pesar de este incidente, estuvo muy a gusto trabajando en aquella empresa, sintiéndose útil y valorada, además de querida y apreciada por sus compañeros. Una de ellas, con la que no tenía buena relación, al acabar las prácticas le dijo que era, de todas las personas que habían pasado por aquel puesto, la que mejor desempeñaba la tarea del teléfono.

Discusión

Jennifer actuó con corrección en todo momento

Resulta muy prudente la conversación que mantuvo con su madre y el distanciamiento educado que supo mantener con el «pretendiente»

Cf.: Las experiencias recogidas en el Capítulo 6 dela Primera Parte del libro en el apartado 6. 6.




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