Hay parejas en las que se observa una extrema necesidad de control de uno de los miembros sobre el otro. Cada vez que ella falta de la casa, él la interroga hasta dejarla exhausta, o viceversa, o huele su ropa buscando un perfume distinto al suyo, o le mira los móviles y el correo, etc. Este ejercicio de control sobre el otro, llega a veces a tales extremos que aquél que quiere controlar al otro, deja trabajo, amigos, estudios, para dedicarse todo el día a vigilar a su pareja.
Más que una pareja, parecen un par tras la reja. Él o ella es la prisionera, y el otro o la otra el carcelero.
Pero tengamos en cuenta que esta situación no es grata para ninguno de los dos miembros de la pareja. El carcelero está tan preso como el prisionero, ya que tampoco se puede mover de entre las rejas. Podemos decir que los barrotes de esas rejas son una forma, una manera de pensar, una concepción de la pareja. En esa concepción, el otro me pertenece, y existe un temor a perderlo constante.
Curiosamente, hay algunos niños que nunca (o muy raramente, y solo acompañados de sus padres) salen a la calle a jugar con los amigos, permanecen todo el día en casa junto a sus padres. No confían en su amor, dudan de él, y los vigilan todo el día. Creen que si se marchan, ya no volverán. Esta fantasía infantil de abandono, puede darse también en el adulto. La confianza es un elemento fundamental de las relaciones de pareja. Estar todo el día en situación de alerta, no sólo no evita el abandono, sino que lo propicia, ya que hay muy pocas parejas que puedan tolerar sobre sí este control férreo de todos sus movimientos.
Cuando surgen estos inconvenientes, lo mejor es consultar a tiempo a un psicoanalista.
Más que una pareja, parecen un par tras la reja. Él o ella es la prisionera, y el otro o la otra el carcelero.
Pero tengamos en cuenta que esta situación no es grata para ninguno de los dos miembros de la pareja. El carcelero está tan preso como el prisionero, ya que tampoco se puede mover de entre las rejas. Podemos decir que los barrotes de esas rejas son una forma, una manera de pensar, una concepción de la pareja. En esa concepción, el otro me pertenece, y existe un temor a perderlo constante.
Curiosamente, hay algunos niños que nunca (o muy raramente, y solo acompañados de sus padres) salen a la calle a jugar con los amigos, permanecen todo el día en casa junto a sus padres. No confían en su amor, dudan de él, y los vigilan todo el día. Creen que si se marchan, ya no volverán. Esta fantasía infantil de abandono, puede darse también en el adulto. La confianza es un elemento fundamental de las relaciones de pareja. Estar todo el día en situación de alerta, no sólo no evita el abandono, sino que lo propicia, ya que hay muy pocas parejas que puedan tolerar sobre sí este control férreo de todos sus movimientos.
Cuando surgen estos inconvenientes, lo mejor es consultar a tiempo a un psicoanalista.
Cuadro: El rapto de Psique. Bouguereau
Fuente: TERAPIA DE PAREJA Y FAMILIA