(INTRODUCCION)
Demasiadas veces he escuchado que la muerte de un ser querido es en sí misma un motivo para iniciar una terapia orientada a superar dicha pérdida. La muerte de alguien amado no puede –ni debe– ser “superada” en el sentido estricto de la palabra: (dejar atrás, derrotar, vencer, corregir, mejorar.) Este hecho provoca sentimientos que son directamente proporcionales a la relevancia afectiva de esa persona. Para quien sufre la pérdida, superar la muerte es como superar los sentimientos que nos unen a alguien.
Cada persona se las arregla con sus pérdidas de un modo único. Existe un estilo personal (dado por la historia y los recursos de cada uno) y existe un estilo cultural para habérselas con la muerte (dado por las características de cada cultura.) Todos formamos parte de una cultura y esto nos da recursos para lidiar con diferentes situaciones, entre ellas, la muerte. Cada quien hallará su sitio en la zona de intersección de ambos territorios lo cultural y lo personal. Lo cierto es que nadie puede evitar toparse con la muerte, ya que “convive” con nosotros. No es en modo alguno un problema a resolver; algo a reparar, compensar ó evitar, sino que es parte de nuestras existencias y de la existencia toda. En todo caso será una parte a veces rechazada y el desafío será facilitar su re-integración al todo que es la vida. Nuestros muertos estarán de algún modo en / con nosotros en tanto “vivan” sus memorias, y reciban nuestro reconocimiento, o sea, podamos aprovechar los aprendizajes vitales que ellos hicieron, y la influencia que, aún después de muertos, siguen teniendo.
El duelo en sí es un proceso natural, un proceso adaptativo o, dicho de otra forma, un proceso de reconfiguración de la existencia inherente a nuestro ser-en-el-mundo, consecuencia de ser mortales y de ser sociales. La muerte es, sin duda, uno de los vectores del cambio más presentes y más temido en nuestra naturaleza humana, pero no por eso deja de ser natural por mucho que nos peleemos con ello.
Distintas culturas han dado diversos sentidos, valores e interpretaciones a la muerte, graficándola cada una a su modo según sus valores y su perspectiva del mundo. Por ser uno de los grandes hitos humanos, la muerte suele estar rodeada de mitos y de rituales diversos que expresan de algún modo el lugar y significado que ésta tiene entre las personas más allá de credos, razas, ideologías y / o subjetividades. Así, hay culturas que la personifican confiriéndole entidad, o la representan como una fuerza, con diversas formas y aspectos, a veces aterradores.
Pero las culturas van cambiando su forma de simbolizar el mundo que habitan, y así la representación de la muerte hoy ha cambiado bastante. Nos toca vivir un tiempo en que la muerte ha perdido su connotación natural, ya no se trata de un hecho de la cotidianidad, parte de la vida. Hoy no se planifica como en otros tiempos en que las personas hablaban de sus deseos cuando ese momento llegara; hoy se ha desnaturalizado se vuelve inesperada porque renunciamos a aceptarla. Se ha transformado en algo inesperado, algo para lo que no solemos prepararnos, e incluso, un tabú. Esto dificulta el -ya de por sí arduo- proceso de duelo; pues, aquello que no es natural adquiere connotaciones traumáticas en mayor o menor grado.
La muerte se ha convertido en un «error de la medicina» o de otro ser humano. Si alguien se muere es porque el médico no hizo lo que debía, o porque no se hizo a tiempo. A veces la vemos como una limitación de la ciencia, y ha dejado de ser una parte natural y esperable en la vida de las personas.
Quizá todo esto se relacione con los vertiginosos avances en la medicina que permiten prolongar la vida del cuerpo a pesar de que en ese cuerpo queden pocos rasgos de humanidad y ya no este dotado de una conciencia. También las terapéuticas que permiten sobrevivir a enfermedades otrora letales cambian la percepción de la muerte como algo inevitable. Con una ciencia médica tan “poderosa” con frecuencia caemos en la falacia omnipotente de creer que la muerte puede evitarse.
Cualquiera sea el caso, mi idea de lo “saludable” es la de restituir la dimensión natural a la muerte como parte de la existencia, y así poder percibirla como una de las presencias que pueblan nuestra cotidianidad, como lo es el trabajo, los logros, el crecimiento, el amor, los hijos, en síntesis: la vida misma.
Fuente: gestalt-blog