El niño emplea varios años en darse cuenta que no puede permanecer inocente, de que para estar a salvo necesita convertirse él también en un muerto viviente. Y al hacerlo, firma su condena al destierro del Edén en que había nacido: firma su divorcio de Dios. Y desconectándose de su ser natural, no sólo el niño renuncia dolorosamente a sí mismo, sino que empieza un conflicto global que lo acompaña hasta el último día de su vida.
Estar en conflicto consigo mismo equivale a estar en conflicto con los demás, en conflicto con la vida, en conflicto con la existencia…en conflicto con Dios. Porque tú, los demás, la vida, la existencia y Dios son la misma cosa. Renunciar a sí mismo es el principio de una guerra de 360°.
La guerra que vemos en los noticieros, en las calles, en las oficinas y en las familias, es sólo el reflejo de la guerra que se ha originado dentro de ti desde cuando eras niño, gracias a la «inteligentísima» intervención de los alquimistas «Patas Pa’Arriba».
Cuando impides a un ser humano ser quien es, cuando lo pones en conflicto consigo mismo, de hecho lo pones en conflicto con la naturaleza, con Dios. Todos los horrores que la humanidad comete…son el resultado, en forma macroscópica, del conflicto microscópico interior de cada uno. Nuestras acciones son el reflejo de los humores de nuestro mundo interior.
Nosotros creamos el mundo; no son los demás quienes lo crean para nosotros. Cada uno es responsable en función de su energía y su poder personal.
Es más fácil ver los daños que crea un político, jefe de Estado, respecto de lo que creas tú. Pero es una diferencia sólo cuantitativa y no cualitativa. No importa si tu contribución a la infelicidad de este planeta se limita sólo al 0.000001%. Aun un porcentaje tan bajo te da derecho al deshonroso estado de pertenecer a la misma banda de los que mandan aviones lanzando bombas sobre poblaciones inermes, que vierten miles de toneladas de petróleo en el mar por razones económicas o por culpable ligereza. No importa de qué forma y en qué cantidad contribuimos a la fealdad del mundo, una cosa es cierta: somos todos socios del mismo negocio criminal.
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Es obvio que nosotros, gente común, no podemos hacer mucho contra el hoyo del ozono, la desaparición de la floresta amazónica, el drama de los niños que pasan su niñez pegados a máquinas textiles de la India o Pakistán, o la tragedia de los millones que mueren de hambre cada momento bajo los impacientes buitres que los rodean…sin embargo, algo se puede hacer igualmente. Se necesita sólo un poco de paciencia, mucha entrega e infinita confianza.
La primera cosa que tenemos que entender es que somos Uno. Que todos los elementos que componen este planeta, incluso la atmósfera y el sol, están interconectados. Que el planeta Tierra es un organismo único donde todas las funciones de todos los elementos contribuyen a un proyecto común que se llama Vida. En otras palabras, Tú y el Mundo son una sola cosa.
«No puedes tocar una flor sin molestar una estrella», dijo Gregory Bateson. Cualquier acción, hasta la más insignificante, tiene consecuencias en todo el planeta. Es el «efecto mariposa»: el batido de las alas de una mariposa en Japón provoca un huracán en México. Estamos interconectados.
La cosa buena de este efecto es que si funciona para los aspectos negativos de nuestras acciones, obviamente funciona también para los aspectos positivos. Así como, si tú eres un mentiroso, el mundo se vuelve un poco más mentiroso; de la misma forma, si eres buena onda, el mundo se vuelve más buena onda.
Entonces, hacer algo por el mundo se vuelve muy sencillo: haz algo por ti mismo, y en consecuenca vas a hacer algo por el mundo; sé un poquito más amoroso contigo mismo, y el mundo se vuelve inmediatamente más amoroso.
El círculo virtuoso empieza en ti. Pero por favor, no empiecen a ser «buenos». El mundo está hasta la madre de gente «buena». El mundo necesita gente verdadera, no «buena». Que la consecuencia de ser verdaderos sea volverse buenos.
Como dijimos que todos los conflictos del mundo son el reflejo del conflicto interno contigo mismo, de la misma forma podemos decir que la realización de un mundo mejor es el reflejo de una paz y una armonía interior que se irradia hacia el exterior. ¿Cómo puedes pensar en crear un mundo pacífico si dentro de ti hay una guerra? ¿Cómo puedes pensar en ser bueno con los demás si contigo mismo eres un cabrón que nunca se deja en paz, juzgándose continuamente, criticándose, castigándose, comparándose, y empujándose de un lado hacia otro? El primer paso necesario es un acto de absoluto e incondicional amor hacia uno mismo. El resto viene solito.
Si piensas resolver los problemas del mundo en su totalidad y de golpe, es inevitable que te desanimes, y esto, como vimos, se vuelve una excusa perfecta para no hacer nada. Es verdad que hay un chingo de gente a las que les vale madres la ecología; pero hace una gran diferencia para ti recoger la basura, cuidar el agua, etc. Tan sólo hacerlo te transforma. Simplemente no pertenecer a la banda de gente que tú criticas te transforma; te hace poquito más consciente y en eso consiste el juego: si tú te vuelve más consciente, el mundo se vuelve más consciente contigo.
Tu amor, tu paz, tu aceptación, tu compasión, tu alegría, tu creatividad, tu gozo…son batidos de alas que sacuden a nuestra humanidad.
¡Me vale madres!, pp. 106-114
Fuente: Gestalt Terapia