Todos atendemos a razones emocionales que eliminan nuestra propia fuerza de la razón por no querer hacer daño a alguien a quien queremos, o tenemos afecto, o simplemente nos cae bien. Caemos en la quietud de acción sacrificando nuestro bienestar por el de esa otra persona que nos ensombrece, pero lo queremos, nos adultera el alma, pero le queremos, nos enlentece las ganas de vivir y nos quita el aire, pero no nos permitimos hacerle daño, porque va a sufrir.
Va a sufrir porque necesito decirle que no estoy bien así y necesito espacio, sentirme sola conmigo misma y con mi vida. Necesito equivocarme y aprender de estas lecciones vitales que son los fallos que cometo, he cometido y cometeré. Va a sufrir porque necesito sentirme libre y no con esta dependencia que me adormece el alma por saborear la sensación de que no puedo ser en mí misma. ¡Sé que va a sufrir!, pero yo no me expreso…, sufro yo porque no sufra él…Pero no tengo valor para verlo destrozado…porque va a sufrir, ya que detecto una dependencia emocional tan grande (yo también la tengo) que hasta me ha dicho alguna vez, “ámame…, quiero que me quieras.”, ¡como si el amor se tuviera que pedir u obligar a dar!
Con estos sentimientos que tengo sé que me inmovilizo y no pienso para nada en mí, ¿qué hacer, Dios mío?
No puedo dejar de sentirme sin sentir que soy algo más que una mera acompañante para satisfacer las necesidades emocionales y afectivas de alguien que no deja de ser, al mismo tiempo, víctima y verdugo; no deja de ser el protagonista de un juego que se enmaraña con las definiciones de la vida para participar con plena conciencia, pero jugando sólo, sin nadie, a veces, sin red…
Sé que se frustra y aquí estoy yo, sé que se enfada, y aquí estoy yo, sé que piensa en ser feliz y aquí estoy yo para darle sus más altos beneficios que enmarquen su vida en la felicidad que no sabe crearse por él mismo. Pero al final me necesita para poder ser, negando la verdadera realidad porque nada ni nadie puede ser en otro sin ser primero en uno mismo.
Hoy he consultado con alguien y me ha descubierto una nueva identidad propia enlucida en unas palabras que al principio no he entendido: Asertividad y plena conciencia de mí misma.
La verdad es que doy gracias por haber sido consciente de mi propio dolor que ha hecho que me mueva para poder cambiar, no sin un gran trabajo interior, todo lo que alrededor no me gusta, todo lo que ensombrece mi vida porque, y me lo han repetido hasta la saciedad, yo soy la artífice, la protagonista de mi propia vida, y que aún estando llena de responsabilidades que se aceptan integradas, no puedo decir sí a aquello que anule mi propia voluntad de ser, sentir y vivir. No puedo negociar mis derechos inalienables, pese a quien pese; pero esto hay que aprenderlo, hay que interiorizarlo hasta un nivel profundo, formando parte de la intimidad de tu propia piel.
Si pienso detenidamente podré lograr ver y percibir que las experiencias emocionales nos ayudan muy a menudo a dotar de sentido y a dirigir nuestra vida, porque sin ellas, seguramente, nuestra existencia consistiría en algo así como ver la vida pasar desde la indiferencia y la pasividad. Y me he dado cuenta que no puedo negarme a las emociones, no puedo ponerme una coraza y negarlas, ya que a veces pienso que las emociones no se eligen, simplemente se sienten, pero si aprendo a hacerlo de la forma adecuada, con conciencia, con inteligencia…,con ayuda, lograré que lo que alguna vez me aturde al negarme, al ofrecer resistencia a experimentarlas, no suceda y me dé la oportunidad para no acabar añadiendo aún más estrés a la situación.
¡He decidido empezar un cambio en mi vida! porque en estas sesiones de Orientación he aprendido que es muy común que las personas que se sienten incomprendidas, ignoradas y manipuladas acumulan tal frustración que llegan a unas consecuencias negativas a corto y largo plazo, además de generar una baja autoestima, siendo habitual que acaben “estallando” en un desajuste emocional importante. Y yo no quiero esto…, no quiero más de lo mismo.
¡Menos mal que he llegado a tiempo para ordenar mi vida!
Juan José López Nicolás
Fuente: TERAPIA Y FAMILIA