Hoy he tenido la oportunidad de dar una conferencia junto a mi amigo Joaquín Dosil. Es una de esas que nos gusta compartir, en esta ocasión trataba de comunicación en política relacionado con coaching.
Al final de la misma me quedé con sabor agridulce, pues aunque las personas que asistieron quedaron visiblemente contentas y muchas nos felicitaron, y aunque incluso Joaquín y yo también disfrutamos, me quedó la espinita de que al principio de la conferencia no estaba logrando el nivel de comunicación acostumbrado.
En el viaje de vuelta a casa tuve la oportunidad de reflexionar sobre cuál podía ser la razón de ese bajón incial y me di cuenta de que el mal funcionamiento del micrófono me influyó más de lo que imaginaba. Digamos que las limitaciones del contexto externo dominaron a mi contexto interno (afortunadamente pronto se solucionó).
Pero no fue eso por lo que me decidí a escribir estos pensamientos. En el viaje de vuelta me resultó curioso darme cuenta de cómo hago el análisis pos-discurso. Descubrí que me baso principalmente en 3 cuestiones sencillas en torno a la pregunta «¿Viví el mensaje?». Son éstas:
- ¿Estaba absolutamente embebido en el mensaje? Si me doy cuenta de que algo externo al mismo desviaba mi atención, puedo aprender a ignorarlo para una próxima ocasión (es como si lo conjurara).
- Las cosas que decía ¿significaban algo intenso para mí? Solamente logro que los demás escuchen con atención si lo que digo me interesa mucho contarlo. Necesito que eso que cuento despierte sensaciones dentro de mí, es como si se encendiera una mecha. Esto tiene que ver con la preparación del discurso, igual que el siguiente punto.
- ¿Se puede relacionar lo que digo con cuestiones prácticas y anécdotas o ejemplos? Si me quedo en conceptos (también necesarios), la calidad del discurso baja. La audiencia agradece mucho que se cuenten historias, sean ejemplos o anécdotas, con personas involucradas. Cuando analizo buenos oradores para obtener mejores prácticas, descubro que algunos de los mejores siguen de forma sistemática el ciclo ANÉCDOTA-CONCLUSIÓN-APLICACIÓN A LA REALIDAD.
Estos 3 puntos sirven para que no falte la emoción, la naturalidad y la confianza en el discurso, una combinación poderosa… 3 puntos para reflexionar a posteriori, pues el peor ingrediente para un discurso es un exceso de auto-evaluación durante el mismo.
Fuente: Portal Gallego de Coaching